Tras
las campanadas, todos comenzamos a marchar hacia atrás. Lo hacíamos muy rápido,
como en esas películas VHS que uno rebobina a su antojo. Al instante me vi
recorriendo diciembre, noviembre, octubre... En todo momento era consciente de lo
que sucedía, pero no podía hacer nada para detenerlo. En esa especie de “yo”
sin “mí”, pude analizar el año vivido: la paliza a mi hijo adolescente por
fumar en el baño, el revolcón con mi compañera de inglés, la mirada de
superioridad al vagabundo, el gimoteo de mi mujer por menospreciarla, las
excusas para no visitar a mi suplicantes padres… Hasta que todo se detuvo, de
golpe, como había empezado y me descubrí masticando uvas, rodeado de mi familia
y amigos, que me deseaban un feliz año 2014.
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