El
reclamo para atraer al becario era jugoso: “Trabajo fijo con cuatro pagas extras”.
En el coto, los becarios se cegaban ante la propuesta y batallaban por ser los
primeros en alcanzar la inmejorable oferta.
Al otro lado de la zanja se guardaba un silencio
expectante. Varios fusiles mantenían impoluto su cañón, pacientes, serviciales
hasta llegado el momento. La mínima risa, el mínimo comentario sobre la juerga
de la noche anterior, pondría sobre aviso a las presas, que desconfiarían y
buscarían el refugio de un árbol o un barrizal.
Especuladores, hijos de grandes fortunas, hacían
piña con el objetivo de reducir la sobrepoblación de titulados (“parásitos sin
empleo que optan por llorarle a Papá Estado y, ¿adivinad de dónde saca el
dinero Papá Estado?”) y, dada la coyuntura, abrir nuevas líneas de mercado.
Aprovechaban para afinar el ingenio: “En la puja te falló la puntería”,
“Te salió el tiro por la culata con aquel chino”.
La “Caza del becario” estaba en auge y los
responsables del negocio buscaban la innovación constante (I+D+i). Pese a todo,
había que afianzar el reciente negocio y equipar a los tiradores con munición
más letal. El estoque no terminaba cuajar.
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Publicado en septiembre en http://estanochetecuento.com/
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