A y B se casaron y tuvieron un
hijo X. Se entristecieron mucho y preguntaron a otros amigos si a ellos les
había ocurrido algo similar. Todos decían que no. Por ejemplo, M y N tenían
hijos emes o enes, pero no pes.
Visitaron médicos y
especialistas, pero nadie pudo hacer demasiado por aquella X, que crecía
risueña y saludable.
Pasaron unos años y el amor hacia
X iba en aumento.
A y B pudieron comprobar, con el
transcurrir del tiempo, que X era diferente, pero no inferior a ellos.
X tenía alguna dificultad escolar
y social, pero A y B, con paciencia y ayuda, consiguieron que llevara una vida
lo más normal posible.
Cuando ya todos vivían felices, y
X tenía una hermanita B´ y un hermanito A´, con los que se llevaba genial, un
matemático, amigo de A desde la
infancia, les dijo algo que habría de marcarles por siempre:
—Estoy convencido de que vuestro
hijo X es una incógnita. Debéis aprovechar la ocasión para extraer de él lo que
no obtendréis de nadie más. Las X humanas, como las matemáticas, ofrecen
oportunidades de seguir progresando. La X no es un final, sino un principio de
algo por descubrir.
Esa noche, A y B durmieron con la
sensación de sentirse sujetos de una regla de 3, lo cual les agradó.
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Este relato ha sido finalista de un concurso literario sobre discapacidad.
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